La
política en Bogotá: efecto de la polarización
Autor: Gonzalo Rojas Gerena
El escenario político de
Bogotá no escapa a las dinámicas que imperan y que caracterizan el ejercicio de
gobernar en el resto del país.
En este sentido se puede
analizar que los planes de gobierno se desdibujan, viéndose permeados por una
exacerbada ideologización. Este aspecto se
ve reflejado en el interés por afirmar posturas de “partido”, o de determinadas
corrientes de pensamiento, que terminan distanciando y anulando el accionar
concreto y practico que plantean los programas de gobierno.
Como consecuencia de lo
anterior, las condiciones de vida de la ciudad muestran grandes deficiencias,
si se apunta a una vida con condiciones de dignidad y de mayor bienestar y de
desarrollo.
Los temas de movilidad, de
seguridad, de mayor acceso a la educación, y de corrupción, siguen siendo
fenómenos que difícilmente logran atenuarse, y que por ende tienen un alto
impacto en la vida de la ciudad.
La dinámica de la política
observada en Bogotá, durante los últimos veinte años, parece haberse
circunscrito y estar orientada al ejercicio del poder por parte de un
determinado sector político, preocupado mayormente por defender sus tesis
ideológicas, y favorecer ciertos intereses particulares, que por desarrollar políticas con verdadero arraigo
social, que permitan mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
Aspectos como la abstención,
es un ejemplo y una clara manifestación del inconformismo y de la poca
credibilidad que tiene la clase política frente a sus electores. No obstante
las reglas del ejercicio democrático, permiten que los dirigentes sean elegidos
por una minoría. Así, el común denominador es la apatía frente a lo político y
a lo que representa política, pues al fin de cuentas el ciudadano común “sabe”,
que las formas y las maneras de hacer política, están permeadas por la ausencia
de criterios éticos y de responsabilidad social, que deben caracterizar al
ejercicio de un buen gobierno.
La polarización política que
se ha “enraizado” en país, ha trascendido y también se ha instalado en el hacer
político de Bogotá. Este aspecto ha radicalizado los discursos, haciendo de la
política un escenario de pugnas e intereses particulares, que terminan por
desatender las necesidades concretas de la ciudad y de sus habitantes.
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