En
este análisis, es importante partir por el concepto de la ética que plantea
Tomás de Aquino. Es claro que sus planteamientos en este sentido tienen una
gran influencia del pensamiento aristotélico, toda vez que se proyecta la
felicidad como el fin último del ser humano. La diferencia radica en que para
Aristóteles la felicidad se alcanza en este mundo, mientras que Tomás
esencializa su concepto de felicidad en el conocimiento divino. Es decir, el
fin último de la felicidad perfecta no es terrenal, sino que se encuentra
anclada en la idea de Dios.
Ahora bien, es importante mencionar que
con Tomás de Aquino, se rompe el paradigma, que hasta entonces se había
afianzado, y que enfatizaba el carácter pagano del Estado, teniendo como
consecuencia una degradación de la vida política. Tomás, acogiendo la doctrina
política de Aristóteles, reconoce que el hombre es por naturaleza un ser social
y político. La sociedad es el estado natural, en que se desenvuelve la vida del
hombre derivando en una comunidad, la cual debe estar sustentada en un
bienestar para todos. En este sentido, la comunidad
política muestra un valor ético íntimo y propio, es decir, tiene una dignidad
incuestionable. Esta propuesta que relaciona individuo-sociedad, se encuentra
afianzada en el principio de totalidad que expone Tomás de Aquino. Dicho
principio, se basa la relación de todo a parte, la parte es para el todo,
sabiendo éste disponer de aquella para sus intereses. Así, se pone de
manifiesto la importancia del parte para el todo. Es decir, del individuo para
la sociedad.
En este análisis
también preciso acotar que Tomás asigna al hombre un fin
trascendente. En este sentido asigna un papel importante a la Iglesia en la
organización de la vida del hombre. Así, y aun poniendo de manifiesto la
independencia entre el Estado y la Iglesia, el
primero debe regirse por las directrices de ésta, en concordancia con el fin
trascendente del hombre.
Afianzado entonces en
un basamento ético de la política, y en la concepción de un bien para todos,
Tomas se perfila como un gran innovador de cosa política.
Ahora bien, la política en nuestro país ha
utilizado de diversas maneras el argumento religioso como soporte para
justificar su accionar. La influencia que ejerce la Iglesia, -sea esta católica
o cristiana- en las decisiones del Estado, es un aspecto que no se puede
soslayar. Es claro que nuestra política no está exenta de matices religiosos y
que una u otra manera direccionan las políticas del Estado. Si bien el Estado
Social de Derecho alcanzado a través de la constitución política del 91, tiene
dentro sus principios el reconocimiento de igualdad, de derechos y del bien
común para todos, sigue manteniendo en muchos aspectos y como eje regulador la
pugna entre la ley natural y la ley divina.
Lo anterior deja en evidencia, por un lado
la fuerte injerencia de lo religioso, en campo político. Aspecto que - sin
desconocer el componente espiritual que puede acompañar el ejercicio del
gobierno - aleja la política de su verdadero propósito, al dotar al accionar
humano y su ejercicio en comunidad, con fines y propósitos trascendentes,
distanciándolos muchas veces de las necesidades y de la realidad concreta de la
sociedad. De otra parte la acción política y del Estado, pareciera manejar un
doble discurso, en el sentido que postula un bienestar para todos, pero en
esencia su accionar legislativo, se distancia de las verdaderas y más sentidas
necesidades de la comunidad, contraviniendo en este sentido los postulados de
Tomás de Aquino al respecto.
Autor:
Gonzalo Rojas Gerena